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La bodega

Nuestra bodega se encuentra ubicada en la población de Lugros, a 1250 m de altura sobre el nivel del mar, no muy lejos de los viñedos. Su construcción clásica, se adapta perfectamente al entorno de esta pequeña localidad, y así queremos que se mantenga, de manera que procuramos cuidarla de forma muy exquisita con el fin de que se integre en el conjunto de este pueblecito granadino que conserva la esencia de lo que pretendemos trasladar en nuestros vinos mediante sus elaboraciones tradicionales

La bodega consta de dos alturas, donde cada planta se destina a procesos diferentes:

En la planta superior se realizan los procesos de elaboración, embotellado y etiquetado, siempre realizado de manera totalmente manual, mientras que en la planta baja, descansan los vinos en depósitos de almacenamiento para una decantación natural, o bien, duermen durante 12 meses en la sala de barricas preparados para ser embotellados con un mayor control de temperatura.

En la zona de elaboración de la bodega, también se encuentran la sala de degustación, donde en el mismo espacio conviven algunas reliquias que decoran el espacio para deleite del visitante que, cuando viene por primera vez, quiere detenerse a observar cada detalle que se conserva de esta bodega con más de 40 años de historia. A su vez, puede deleitarse con las maravillosas vistas que se imponen ante nuestros ojos y que supone la arquitectura natural de SIERRA NEVADA.

Nuestra bodega se encuentra ubicada en la población de Lugros, a 1250 m de altura sobre el nivel del mar, no muy lejos de los viñedos.

Nuestras elaboraciones

En la actualidad la producción de nuestra bodega es muy limitada y selecta. Tan sólo 15.000 botellas anuales son producidas con mimo y de manera individualizada, de modo que cada una de ellas, es sin duda, un pequeño depósito de salud, donde conviven los antioxidantes naturales que son los polifenoles (antocianos y taninos), y el resveratrol, ese antibiótico natural que se encuentra en la piel de la uva tinta, y que protege a esta frente al ataque de hongos, a la vez que para nosotros resulta importantísimo por su actividad como antioxidante y antienvejecimiento celular.

En realidad, la superficie de viñedo nos permitiría una mayor producción de uva con la que obtendríamos más cantidad de botellas por añada, pero esto no es así. En nuestro afán por cuidar al máximo la calidad de nuestros vinos, nos lleva a aclareos de racimos en verde, dejando sólo 12 racimos por cepa, y vendimiando de manera manual SOLO aquellos de mayor calidad y de maduración perfecta enológicamente hablando, que nos aseguren poder ofrecer lo mejor de cada cosecha.

Con respecto a nuestras elaboraciones, no usamos levaduras comerciales ni cualquier otro producto del tipo nutriente, que provoque la aceleración o conducción de la fermentación alcohólica. Las levaduras autóctonas de la pruina, o lo que es lo mismo, la piel de la uva, nos permite realizar un proceso fermentativo correcto. Es decir, la levadura saccharomyces cerevisiae proviene directamente del campo fermentando de manera natural y espontánea, de forma que solamente podemos guiar la fermentación con el control de la temperatura de la misma. Este control se realiza mediante intercambio de calor por unas camisas que abrazan el depósito y por la que hacemos pasar agua glicorada a baja temperatura enfriando de esta manera las paredes del mismo, y con ello, el mosto que contiene. La temperatura en la que mantenemos activas las levaduras en fermentación, son entre los 22 y 25 ºC en el caso de los vinos tintos, y de 14 y 16 ºC en el caso de los vinos blanco, y de esta manera, podemos mantener y potenciar los aromas varietales.

En el caso de los vinos tintos, una vez terminada la fermentación alcohólica, se realiza la fermentación maloláctica, esto es, la transformación del ácido málico en ácido láctico, mucho más suave y elegante. Esta fermentación la realizan las bacterias lácticas, que si bien en la mayoría de las bodegas se inoculan de manera exógena, en nuestra bodega esta bacteria se encuentra en el mismo ambiente, y la fermentación surge de manera espontánea.

 

Por las condiciones edafoclimáticas donde se encuentran nuestros viñedos, la acidez de los vinos es natural. No es necesario la adicción de tartárico ni otro tipo de ácido, al igual que no se añaden aromas, ni se usan virutas o trozos de madera para aromatizar, no se emplean cualquier otra técnica que suponga la modificación de los componentes del mosto o el vino que no sea el método tradicional.

La clarificación se realiza de manera natural, utilizando proteína de guisante y bentonita (piedra volcánica) para eliminar las proteínas del vino que pueden desnaturalizarse durante su permanencia en botella y originar precipitados. Y justo en este punto decir que, al filtrar y estabilizar los vinos de manera tan suave, es probable que aparezcan precipitados en algunas botellas, lo cual sólo es indicativo de los mimados tratamientos en absoluto agresivos, con el fin de mantener la calidad y evitar eliminar, en ellos, las propiedades beneficiosas de los vinos.

Y ya por último y más importante la utilización de Anhídrido Sulfuroso o Dióxido de Azufre (SO2): En nuestros vinos el uso de este compuesto es MINIMO. Los sulfitos son perjudiciales para la salud, ya que es un gas irritante y tóxico para quienes deben trabajar con él y para el consumidor es causante de jaquecas, migrañas y resacas. Las personas alérgicas no pueden beber vinos convencionales, y es por ello que se deben indicar en las etiquetas, aunque sus concentraciones sean a nivel de trazas. En bodegas Saaboor somos conscientes de esta problemática, y apostando por la salud, decidimos certificarnos como BODEGA ECOLÓGICA, de modo que con los trabajos en elaboración y mediante un cultivo de uva sana, conseguimos unos vinos de altísima calidad sin necesidad de abusar de los sulfitos. Beber una copa de los vinos de Bodegas Saaboor es beber SALUD. Apostamos por la calidad y sobretodo, apostamos por el medio ambiente.